Bienvenidos

Bienvenid@s a mi blog. Ha sido creado por el mero hecho de querer contar sobre mis sueños, es una especie de diario de aquello que he podido recordar después de despertarme. Además, también compartiré otras experiencias, como reflexiones, historias de mi puño y letra, y otras cosas que ya iré pensando conforme avance este blog.
Aquí comparto mis sueños, algo que es íntimo para muchos, pero que yo he decidido hacerlo público para que me comprendáis y también os comprendáis a vosotros mismos. Quizás, alguno de los que lea el blog se verá nombrado en él, espero que nadie se sienta ofendido porque sólo se trata de eso, de sueños.
Espero que disfrutéis leyendo mi blog tanto como disfruto yo escribiéndolo. Un saludo.

domingo, 5 de junio de 2011

Callejón sin salida

En esta historia nos situamos en el callejón de una ciudad. El nombre de la ciudad no importa, y dónde está situado el callejón tampoco.

Es un callejón como otro cualquiera, con unos 5 metros de ancho por 40 de largo, en uno de los extremos hay una verja y junto a ella hay un contenedor. Y en medio de dicho callejón hay un hombre.

Se encuentra sentado, con la espalda apoyada en la pared, la cabeza contra el pecho, y doblada una de las piernas. Viste unos vaqueros y unas deportivas, lleva una camisa color azul claro, salvo por una mancha de color granate que contrasta con el resto de la camisa. Se encuentra en el costado izquierdo, y sobre esta mancha tiene apoyada la mano.

No recuerda cómo pasó, ni cuando ni por qué. Sólo recuerda algunos fragmentos: un hombre (no recuerda su aspecto) lo agarra por el brazo y lo arrastra al callejón, recuerda haber oído la palabra "cartera" y después recuerda al tipo salir corriendo. Después sólo recuerda hallarse sentado, mirándose la mano cubierta de la sangre que le ha manchado su camisa.

Debería pedir ayuda, él lo sabe, pero no puede levantarse, y ni mucho menos gritar. El tiempo juega en su contra y el sueño le está venciendo. Sabe que si se duerme nunca despertará, pero eso ya no le importa.

Esperando su final inminente, sigue con la espalda apoyada en la pared, la cabeza gacha y la mano apoyada en el costado. La pierna que tenía encogida se le acaba estirando porque ya no tiene energía para mantenerla en el sitio que hasta ahora había ocupado.

De repente, alza la cabeza, aunque no sabe de dónde ha sacado las energías para hacerlo. Algo le ha llamado la atención. Fija la mirada vacía al frente y observa algo. De repente, sonríe, y con un hilo de voz apenas audible, susurra: "Hola, hermanito".

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