Bienvenidos

Bienvenid@s a mi blog. Ha sido creado por el mero hecho de querer contar sobre mis sueños, es una especie de diario de aquello que he podido recordar después de despertarme. Además, también compartiré otras experiencias, como reflexiones, historias de mi puño y letra, y otras cosas que ya iré pensando conforme avance este blog.
Aquí comparto mis sueños, algo que es íntimo para muchos, pero que yo he decidido hacerlo público para que me comprendáis y también os comprendáis a vosotros mismos. Quizás, alguno de los que lea el blog se verá nombrado en él, espero que nadie se sienta ofendido porque sólo se trata de eso, de sueños.
Espero que disfrutéis leyendo mi blog tanto como disfruto yo escribiéndolo. Un saludo.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Humanos

Los humanos somos unas criaturas extrañas. Nos llamamos a nosotros mismos animales racionales, cuando en muchos casos nos movemos por instintos. Somos capaces de tropezar una y otra vez con el mismo obstáculo, repetir la misma historia una y otra vez. No aprendemos de nuestros errores. Podemos sentir a nivel emocional, y podemos experimentar amor, odio, envidia, ira y distintos sentimientos. Otros animales también tienen este tipo de sentimientos, pero ellos son capaces de olvidar, mientras que los humanos podemos sentir resentimiento. Y mentimos, mentimos todo el tiempo.

¿Qué nos hace tan diferentes de los otros animales? En primer lugar, nunca observaremos a ningún animal matando por placer, o por “tradición”, o porque que ese animal simplemente nos molesta, y está invadiendo un territorio que de hecho le hemos robado a la naturaleza. Pues después de todo somos egoístas, nos creemos los dueños de este planeta aunque de vez en cuando Gaia nos recuerda que sólo somos unos invitados en la mayoría de los casos muy molestos, sucios y desagradecidos.
Intentamos calificar a otros animales de buenos o malos según sus actos, algo que es totalmente humano, pero eso no existe en la naturaleza, simplemente los animales hacen lo que tienen que hacer, mientras que nosotros nos guiamos según nuestro propio convenio, y somos capaces de engañar cuando tal cosa resultaría inadmisible en otras criaturas, pues ellos son totalmente sinceros en sus actos.

No valoramos lo que tenemos, y mientras nos maravillamos observando el firmamento en busca de otras formas de vida y otros planetas donde, en un futuro no muy lejano, tengamos que asentarnos pues habremos destruido nuestro hogar ancestral ya que no somos capaces de fijar nuestra vista en lo que tenemos a nuestro alrededor. Arrasamos con todo lo que hay a nuestro paso, imponiendo nuestra efímera existencia aunque para ello tengamos que destruir ecosistemas enteros, sólo para asentarnos en un lugar que consideramos adecuado y digno para nuestro  desarrollo. No somos capaces de vivir en consonancia con otros seres vivos, los domesticamos o los destruimos si consideramos que no nos pueden aportar beneficio alguno. O cogemos una parte de ellos para vestirlos, y despreciamos el resto. Incluso los usamos para divertirnos, o para experimentar con ellos aquello que no nos gustaría probar en nuestro propio pellejo. Intentamos imitar la naturaleza en nuestra vida cotidiana, en lugar de intentar vivir en consonancia con ella.

Pero no sólo destruimos al resto de seres vivos, también nos destruimos entre nosotros. Somos unos animales muy territoriales y siempre tenemos ansia de conquistar nuevos territorios. Nos empeñamos en colocar fronteras donde no las hay, y a la mínima oportunidad queremos ampliarlas o crear nuevas fronteras, aunque para ello tengamos que destruirnos a nosotros mismos con saña, con sed de sangre, no importa si para ello tenemos que matar a miles de personas, en algunos casos violándolas antes de acabar con sus vidas.

Desde el primer momento en que el humano, aun viviendo en cuevas, tuvo constancia de la muerte y se preguntó qué hay más allá, por qué el mundo funciona de esa forma y no de otra, y nos empezamos a preguntar cuál es el sentido de la vida, han existido las religiones, y hemos provocado enfrentamientos para comprobar quién tenía razón e intentar imponer nuestras creencias sobre los demás. Aun hoy en día está ocurriendo, y esto ha provocado más guerras que las territoriales.

Aunque existe otro motivo de guerras, de sufrimiento: el dinero. Somos esclavos de unos simples papeles, y en ocasiones vivimos sólo para ellos. Unos pocos individuos amasan casi todo el capital que existe, convirtiéndose en nuestros dueños sin que a nadie nos hayan preguntado, y gobiernos enteros se rinden a sus caprichos.


Pero aun así, somos capaces de amar, de querer, de mostrar  afecto hacia otros seres, de respetar al prójimo, de ayudar al necesitado y a otros seres vivos, de intentar hacer lo correcto para que este mundo siga existiendo, de crear algo tan maravilloso como el arte, la música y poder expresarlo de distintas maneras… realmente somos unas criaturas extrañas.

sábado, 2 de febrero de 2013

La resistencia

Los primeros rayos del sol procedentes del alba se colaban a través de los cortinajes de la habitación, formando una fina línea brillante sobre la alfombra de intrincados dibujos que decoraba la habitación. Un gallo cantaba en el corral de la finca que se encontraba colindante a la suya, y con su canto se despertó.

Antonio Di Rosa abrió los ojos totalmente despejado. Aprendió tiempo atrás a mantenerse alerta incluso cuando el sueño se apoderaba de él, y podía despertarse con el más mínimo ruido, alerta a lo que pudiera ser.

 Se levantó, se desperezó y descorrió los cortinajes de su habitación. La habitación era grande y espaciosa con una cama de matrimonio y cuyo único adorno era la alfombra que llevaba allí largo tiempo, no se había estropeado debido a su uso lo que demostraba que era de alta calidad. Se aseó y se puso una ropa de etiqueta mientras bajaba a prepararse el desayuno; tomó un vaso de leche fresca con algunas tostadas y decidió dirigirse a la ciudad lo antes posible.

Salió de la finca familiar, una finca lo suficientemente grande como para que la gente adinerada de la isla de Cerdeña pudiera tenerle cierto respeto, pero que no ostentaba ningún lujo visible ya que Antonio no quería llamar mucho la atención. Lo único lujoso que se atrevía a lucir era su vehículo último modelo, que él mismo conducía ya que no tenía coger.

Subió a su vehículo y se dirigió a Cagliari para hablar de negocios con el señor Castelo. La exportación del vino de Cerdeña estaba teniendo cierto éxito a nivel europeo a pesar de que toda Europa estaba inmersa en la guerra que los nazis habían decidido declarar al resto del mundo. El trabajo de Antonio consistía en conseguir los contratos más jugosos a los peces gordos de la zona para exportar su vino al resto del continente. Es un trabajo que se le daba bastante bien, quizá por el hecho de que Antonio era judío, y de siempre es sabido que a los judíos se le da genial el manejo del dinero.

Esa era la razón por la que Antonio se encontraba siempre alerta e intentaba que la gente no supiera nada de su vida privada. Antonio era hijo del heredero de una rica familia de la isla de Cerdeña, que por amor se casó con una joven judía polaca que trabajaba como sirvienta en la finca donde Antonio residía ahora, y los dos decidieron fugarse hasta Cracovia donde criaron a Antonio bajo la religión judía y viviendo una vida familiar y sencilla hasta que sus padres murieron en un accidente de tren. Antonio dio gracias a que pudieran descansar sin haber descubierto los errores de la guerra y cómo Antonio tuvo que huir a hurtadillas de su país para no ser descubierto por los invasores. Tuvo la suerte de encontrar la herencia que su padre le había dejado y después de sobornar a algunos guardias en la frontera consiguió un pase de tren hasta Nápoles y de allí cogió un barco que le llevó hasta la casa de sus abuelos, una finca que estaba prácticamente en ruinas cuando llegó.

Pensó que aquella experiencia le había servido para algo, debía cambiar su vida y abrir la mente hacia nuevos horizontes, nuevos retos para poder seguir adelante y olvidar ese episodio tan traumático que había resultado sus últimos años de vida. Pero el pasado le gusta perseguirnos y sabía que en Italia no le iba a ser fácil pasar desapercibido en una sociedad donde Mussolini y el fascismo gobernaban con mano dura. Le había resultado llegar hasta la finca debido a su pasaporte italiano, su nombre y que hablaba perfectamente el idioma, cosa que sus padres se habían encargado por si algún día lo necesitara, y de lo cual se lo agradecería eternamente.

Así pues, sabía que no podía rebelarle a nadie de dónde venía, ni su religión, ni nada por el estilo. Había tenido la suerte de que sus abuelos, para no sentir vergüenza por el “crimen” que había cometido su único hijo, mentían diciendo que éste se había casado con una mujer suiza y con la cual vivía a cuerpo de rey. Por lo tanto, ningún vecino de Cagliari se había molestado en averiguar mucho más de este tema. Excepto, eso si, los miembros del partido fascista, que siempre sospechaban de todo aquél que no era oriundo de la zona, y cada dos por tres se presentaban en su finca para hacerle preguntas personales, para intentar averiguar si mentía en algún aspecto y así poder arrestarlo acusado de algún cargo por el que pudiera ser un peligro para la gloriosa nación italiana. O peor aún, podían mandarlo de vuelta a Polonia donde sabía que le esperaría un campo de concentración. Por eso, Antonio siempre estaba alerta, siempre interpretaba su papel lo mejor posible, incluso ensayaba delante del espejo las posibles expresiones faciales que pudieran revelar su mentira, pues no quería dejar nada al azar.

Después de visitar al señor Castelo y tratar sobre el negocio que los dos llevaban entre manos, Antonio decidió relajarse un poco y dar una vuelta por la ciudad de Cagliari. La finca familiar se encontraba a tan sólo 5 kilómetros de la ciudad, pero estaba los suficientemente lejos como para no soportar el bullicio de la gente al pasar, el ruido de los coches y otras cosas que haría que una persona siempre estuviera estresada y de mal humor. En cambio, él vivía en medio del campo rodeado de viñedos que él administraba a propietarios como el señor Castelo, y de cuya producción obtenía un buen pellizco, lo que le permitía vivir con cierta comodidad aunque no se permitía muchos lujos. Visitó algunas tiendas y se compró un traje nuevo, así como un bombín y otros objetos que le parecieron bonitos.

Una vez realizadas las compras decidió volver a la finca, donde se encontró con unos cuantos trabajadores de los viñedos, algunos de los cuales también tenía contratados a tiempo parcial para que le reformaran su casa, y con los que se llevaba bien, pues era gente simpática y sencilla que no tenía grandes preocupaciones sobre sus hombros. María, la hija de uno de los trabajadores, hacía las veces de doncella del hogar, limpiando a fondo la casa pues a él, aunque nunca le había importado limpiar, sabía que no sería bien visto por la clase elitista de la que quería aparentar en la que vivía, por lo tanto no tenía otra opción que contratar a algunos criados, aunque no los trataba como tal y ellos se sentían muy agradecidos por ello. De hecho, los sábados, el día sagrado para los judíos, los invitaba a cenar para que le contaran anécdotas, y ellos lo hacían de buena gana. Hoy se encontraban a viernes, y se los recordó cuando empezaron a despedirse. Esperaba haberse ganado la confianza de esa gente, quizás los necesitara en alguna ocasión.

Cuando llegó a su casa, el sol ya se ocultaba por el horizonte, y María estaba terminando de limpiar el salón. Él la invitó a una copa de vino, que ella aceptó de buena gana. Charlaron un rato mientras Antonio observaba a la joven con detenimiento, y pensó que estaba empezando a gustarle. Se acordó de la historia de sus padres y pensó que si eso ocurría no sería algo tan malo como pudiera parecer.

La luz del sol era tan tenue que tuvo que encender las lámparas de gas, como era tarde y sabía que María se tenía que marchar a casa la acompañó hasta la puerta, y cuando abrió observó que llegaban un par de coches militares en la lejanía, acompañado de un furgón. Se le puso la piel de gallina mientras le recorría un escalofrío por la columna vertebral, sabía que eso era un mal presagio.

María lo miró preocupada, Antonio le dijo que se fuera por la puerta de atrás para que no la vieran y que se escondiera en su casa, que no corriera ningún peligro. María le lanzó una última mirada llena de confusión y miedo y después se marchó.

Antonio se quedó en la puerta hasta que llegaron los soldados, transcurriendo unos minutos que le parecieron interminables. Les acompañaba un oficial, no sabría decir su rango, que se apeó del coche y se acercó hasta él. Sacó un papel y empezó a leer. Habían descubierto su verdadera procedencia, por lo que como judío polaco que era lo deportarían hasta Polonia donde el Tercer Reich se ocuparía de él. Antonio tragó saliva dolorosamente, intentando impedir que le temblaran las piernas y manteniendo una pose erguida mientras los soldados se acercaban, rifle en mano, para apresarlo y deportarlo. Sabía que si se resistía lo matarían ahí mismo, pero prefería que lo mataran antes de acabar en ese lugar tan horrible, pues todos los rumores que le llegaban hablaban de cosas espantosas.

Se encontraba en tensión y apunto de atacar a esos soldados cuando éstos empezaron a caer entre espasmos. Estaba tan sorprendido que no se daba cuenta que eran disparos hasta unos segundos después. Los soldados y el oficial se encontraban en el suelo, muertos, y de debajo de sus cuerpos empezaba a aparecer en un charco de sangre. Miró a su izquierda y vio a los trabajadores de los viñedos armados con escopetas. Habían acabado con los soldados. Antonio los miró sorprendido, con los ojos como platos, sin poder articular palabra.

María se adelantó y dijo: “Tranquilo, no dejaremos que hagan daño a uno de nosotros”, y le sonrió.

Antonio se derrumbó en el suelo y empezó a llorar desconsoladamente. Nunca había sentido más alegría en toda su vida.

lunes, 27 de febrero de 2012

El bosque

Era una noche bastante clara, la luna llena iluminaba con sus rayos plateados la polvorienta superficie de la carretera. Brillaba con gozo, casi con orgullo, y no le importaba que unas cuantas nubes se cruzaran en su camino, su luz llegaba a todos los rincones. Allá abajo, un río de alquitrán serpenteaba entre pinos, a lo largo de una pequeña colina.
La música retumbaba muy alta en el estéreo del coche. Meneaba la cabeza al ritmo de la música mientras la mano de él iba a la deriva por mi muslo y mi cadera. Estaba disfrutando. La quietud de la noche era un amplio contraste con la música del coche. Bajé la ventanilla y saqué mi cabeza por la ventana. Escuché su risa amortiguada. Esa noche, iba a ser una gran noche.
Encendí un cigarro, dejé que el cálido humo impregnara mis pulmones. No podía dejar de sonreír cada vez que lo miraba. Con ese pelo cobrizo, indomable, esa barba de dos días y esos ojos grises, le plasmaban una belleza extraña. No era una persona dada a mostrar sus sentimientos a nadie, pero su mirada era sensible, y sabías en cualquier momento que podías estar a salvo con él. Siempre me siento a salvo cuando estoy a su lado.
Cerré la ventanilla cuando el aire frío de la noche comenzó a congelarme. Seguí fumando. Me acerqué a él y le di un minúsculo beso entre la comisura y la mejilla, observé su extraña sonrisa. Metí la mano bajo su camiseta, buscando el botón de su pantalón. Me apetecía jugar un rato, porque... ¿Qué podía pasar que no fuese bueno? Levanté su camiseta, tracé unos círculos sobre su vientre.
-¿Por qué no paramos en algún claro? Tampoco tenemos tanta prisa... -le digo con voz sensual y con un deje de reproche. 
-Lo sé, pero no es buena idea detenerse en este lugar en medio de ninguna parte, mi abuela me decía que estaba maldito. 
-Bah, sabes de sobra que las abuelas siempre tienen alguna superstición sobre todo -le digo mientras le bajo la bragueta. Meto la mano en sus calzoncillos y agarro su miembro entre mis manos. Lo noto erecto, aunque él sigue negándose entre susurros. Él también quiere jugar.
Acerco mi boca hacia su erección y le hago un pequeño circulito con la boca justo en la puntita. Aparca el coche en un lado de la carretera y cuando lo hace dejo que imponerme control, meto su erección en mi boca. Cuando me canso de hacer eso y demasiado mojada, me subo sobre él. Me quito la camiseta y desabrocho mi sujetador. Hora de jugar.
Con una de sus manos me agarra mi pequeño pecho mientras con el otro tienta los botones de mis vaqueros. Su boca me besa el mentón, y va bajando poco a poco por el cuello. Yo jadeo, extasiada, mientras elevo la cabeza y ahogo un gritito. No hay nada mejor en el mundo como sentir cómo se fusionan nuestros cuerpos en un abrazo, mientras acaricia mi piel suavemente. Sus dedos se deslizan por mi vientre. Mi mano le agarra su miembro mientras lo acaricio con movimientos rítmicos. De un rápido movimiento me traslado al asiento trasero, esperando a que me acompañe.
Se acomoda sobre mí en el asiento trasero y cuando creo que vamos a continuar los juegos, escucho un gran alarido que viene de fuera del coche.
-¿Lo has oído?-Susurro ocultando el pánico que siento. Me mira a los ojos pero sé que está más pendiente de lo que ha ocurrido fuera que de lo que estábamos a punto de hacer. Toda mi excitación se ha esfumado.
-Lo he oído.
Un silencio abrumador nos invade. Nuestro abrazo se ha vuelto tenso, y aguzo el oído para escuchar todo lo que pueda proceder de fuera. Pasa un minuto, puede que dos, no sabría decirlo. Cuando está a punto de susurrarme unas palabras, en el exterior se oye un deslizar de hojas, unas ramitas rotas, unas pisadas.
-Será mejor que nos vayamos de aquí -me dice finalmente, no puedo hacer más que asentir mientras las palabras se atraviesan en mi garganta.
Intenta arrancar el coche, se pelea con las llaves mientras yo intento vestirme. El coche no arranca. Golpea el volante con violencia y me mira.
-¿Qué pasa cielo?-Susurro con la voz estrangulada.
-Nos hemos quedado sin batería en el coche.-Niego con la cabeza e intento arrancar yo misma el coche. Nada, no hay ningún efecto, ni si quiera hace ademán de que va a arrancar.
-Voy a salir. -¿Qué? -mi voz me sale chillona, tal es el pánico que siento. -Empujaré el coche, una vez que tome algo de velocidad podremos arrancarlo, ponte al volante y dale al acelerador cuando yo te diga.
Sin esperar mi protesta sale rápidamente del coche, dejándome sola. Con un rápido movimiento, me coloco en el asiento del conductor.
-¡Quita el freno de mano! -me grita desde atrás. Hago lo que me pide mientras el coche empieza a moverse ligeramente.
El coche termina por arrancar, pero algo empuja al coche a estrellarse contra uno de los árboles que bordean la carretera. El golpe del airbag me azota con fuerza en la nariz y en la frente. Intento abrir la puerta y cuando me bajo del coche grito llevándome una mano a la nariz. 
-¿Estás bien?-Gimo negando con la cabeza. Estoy mareada. La cabeza me va a reventar. Ando alejándome del coche.
-Volvamos al coche -susurro mientras giro la cabeza. Pero allí no hay nadie. Ahí donde debería estar él, no hay nada. Un escalofrío recorre mi espalda. Seguro que está dentro del coche esperándome, pienso, pero algo dentro de mi me dice que allí no lo voy a encontrar. Intento dar un paso hacia el vehículo pero no puedo, en lugar de ello retrocedo, despacio al principio, más rápido con cada paso.
-¿Hola?-Grito. Camino con rapidez y un impulso idiota me hace adentrarme por la colina, por los árboles, buscándole. Llevo una mano en la nariz y con la otra intento agarrarme a los árboles para no caerme.-¡Si es una broma te prometo que te la devolveré dos veces peor tonto!-Grito en la quietud del bosque. No hay respuesta. Escucho unos leves pasos cerca de mí, algo está rompiendo ramas.
Me detengo en seco. Giro la cabeza en dirección de donde proviene el ruido. En ese momento una nube pasa por delante de la luna, inundando el mundo de tinieblas. Sólo alcanzo a distinguir una sombra frente a mi, pero sé que no es él. Es mucho más alto, sus brazos son largos, y jadea emitiendo un sonido gutural, casi animal, mientras el vapor exhalado de sus pulmones recorren su rostro. No puedo verle los ojos, pero siento su mirada clavada en mi. Una mirada de odio, una mirada de muerte.
Salta sobre mí. Escucho un chasquido que proviene de mi brazo. Grito jadeando, me he roto el brazo al caer. Debe de dar vueltas a mi alrededor, porque su respiración proviene de todas las direcciones, pero el dolor me nubla la mente, sé que si me pongo en pie me hará más daño. Y si me quedo en el suelo me lo va a hacer igual. Me pongo en pie agarrandome el brazo y salgo corriendo por la colina.
Trastabillando, consigo avanzar unos pasos. Los árboles escasean cada vez más, hasta que terminan súbitamente, y con ellos, el suelo bajo mis pies. Un abismo se abría ante mi, la oscuridad lo engullía todo. Me di la vuelta, sin saber a dónde ir, pero esa cosa estaba ahí. Las nubes dejaron paso a la luna, y pude observar su rostro.
Un gemido se me escapa. No sé si correr a lo largo del acantilado o ir directa hacia esa bestia. Pero me quedo paralizada cuando se acerca a mí. Es muy grande, todo su cuerpo está lleno de pelo y mugre. Va desnudo. Entonces comprendo que mi final está ahí, y que por mucho que intente huir, ahí se ha acabado mi gran camino. Con la resignación de una hormiga, me doy la vuelta y salto por el acantilado.

Quería agradecer especialmente a Quel por colaborar en este relato, ¡muchas gracias por todo, te debo una muy grande!

miércoles, 22 de febrero de 2012

La casa

Se encontraba a las afueras de la ciudad, a tan sólo 5 minutos en coche o 30 minutos andando, como me había pasado a mi. Era una casa ruinosa, llevaba ya cerca de 20 años abandonada, los cristales estaban casi todos rotos y sucios, la fachada estaba ennegrecida por la cantidad de polvareda recibida durante dos décadas, y el camino de entrada apenas se veía, rodeado como estaba de malas hierbas que habían crecido más que de costumbre. La noche era nublada, y de cuando en cuando dejaba entrever entre algún jirón una luna menguante, que más bien parecía un par de cuernos. Apenas podía iluminar el camino, pero de eso ya se encargaban las linternas.

Una apuesta, una maldita apuesta me ha llevado hasta ahí. Aposté con mis amigos que era capaz de pasar toda una noche en la casa de los asesinatos y a cambio mis amigos me darían 500€. Era una buena suma, y para un chico de 16 años era toda una ganga, sólo tenía que pasar una noche allí. Pero ahora que la veía de cerca no estaba tan seguro de aguantar tanto.

Tan sólo eran las 10 de la noche pero ya era noche cerrada, de vez en cuando llegaba alguna ráfaga de viento helado como correspondía al mes de febrero. No sé si lo que me produjo el escalofrío fue el frescor de la noche o la sola visión de la casa.

Mis amigos están detrás de mi, y los gritos de ánimo y de burla se entremezclaban. Decidido a no mirar atrás me dirijo hacia la puerta y giro el pomo. Dentro, la oscuridad es total. Menos mal que me han dejado una linterna y un par de pilas de sobra. Y un móvil, también llevo un móvil, aunque no el mío, por desgracia. Un móvil que funciona aun sin llevar la tarjeta SIM, la cual se la han quitado mis amigos para asegurarse de que no llamo a ninguno acobardado. En un principio estuve de acuerdo, pero ahora...

Ilumino hacia el interior de la casa y cierro la puerta principal antes de que me eche atrás. "Piensa en los 500€, con ellos te puedes comprar un ordenador nuevo, una Xbox o incluso el iPhone", me digo para animarme. Ilumino con la linterna lo que se ofrece ante mi. Una escalera que sube al segundo piso y dos puertas, la de la izquierda parece ser una cocina y la derecha el comedor. Hacia allí me dirijo. La estancia es bastante amplia, sin muebles. Seguramente se los llevó algún ladrón que pasó por allí, ya no había propietarios que lo necesitaran, todo ello acabó cuando aquel hombre enloqueció, mató a su mujer y sus hijos y luego se suicidó. No había nacido cuando ocurrió aquello pero conocía la historia perfectamente, todos en la ciudad la conocíamos.

El parqué está levantado en algunos lugares pero algunos sitios parecen lo bastante lisos para establecerme. Llevo una mochila con un saco de dormir, un termo con café ("mala idea", pienso ahora) y un spray de pintura. Tengo que firmar la pared con un graffiti y luego echarle una foto, me han dicho mis amigos. Es lo primero que hago antes de que me quede dormido, le echo una foto con el móvil y me siento sobre el saco de dormir, que ya he estirado sobre el suelo. También debo echarle unas cuantas fotos a la estancia cada par de horas para que ellos sepan que he estado allí dentro toda la noche. El móvil lleva unas horas que no se pueden modificar, por lo que si echo la foto se asegurarán de que he estado allí. Yo al principio les dije que si no confiaban en mi, pero visto lo visto está claro por qué desconfiaban.

La casa es bastante tétrica, hace mucho frío, y por suerte me he traído una chaqueta y unos guantes. Como no sé con qué matar las horas. Decido sentarme en el suelo y jugar con el móvil a algún juego que incorpore, estos smartphones tienen de todo. Dejo la linterna encendida apoyada en el suelo, con el haz de luz apuntando hacia el techo para tener el foco de luz más cerca. Pasan las horas. Cuando me canso de jugar miro la batería. Mierda, le queda menos de un tercio y sólo son las 2 de la mañana. Debo ahorrar la batería.

Debería tumbarme y dormir, pero me es imposible. Ahora que he dejado de jugar con el móvil, no paro de oír ruidos que antes no había escuchado. La imaginación juega malas pasadas, lo sé. Decido levantarme y explorar un poco los alrededores. Me fijo en que el salón no hay nada que destacar, sólo una chimenea con restos antiguos de carbón. Me dirijo hacia la entrada, con el haz de la linterna voy barriendo todo a mi paso. Hay un sombrero que había pasado por alto en la entrada, proyectaba una sombra enorme en lo que parecía una mano engarfiada. Qué grotesco. Pasado de largo la entrada y me introduzco en la cocina. Hay muebles viejos, un hogar de gas butano y una puerta entreabierta. Me paro, y sopeso si abrirla o no. Finalmente me decido, no debo ser un cobarde. Unas escaleras descienden hacia el sótano, está demasiado oscuro y no me apetece bajar. La cierro y me dirijo de nuevo hacia la entrada.

Entonces reparo en el retrato. Un cuadro que se encuentra al lado de las escaleras, junto a la puerta que lleva al salón. Una de las esquinas inferiores se encuentra rota por el cristal, y tiene polvo por todos lados. En él se ve a un hombre de unos 30 años, apoyado sobre una especie de cómoda. Una cómoda que, curiosamente se encuentra a mi lado y no había fijado hasta entonces. El hombre se encuentra con la mano apoyada en la cómoda, descargando su peso sobre ella, y con un pico cruzado sobre el otro. Tiene una buena mata de pelo bien peinado, lleva puesto un esmoquin de color blanco y una pajarita negra. Pero lo que más me incomoda es su cara. Es una cara normal, pero tiene dibujada en su cara una mueca burlona, y sus ojos miran de forma insolente. Parece que me están mirando directamente a mi, que se está riendo de mi. Decido imitar su postura.

-¿Qué pasa contigo, chulo? -le digo mientras sonrío.

Oigo un ruido. Un portazo. Me sobresalto, mi corazón se desboca y creo que me va a salir por la boca. "No pasa nada, será alguna ventana, hace viento fuera. Oigo cómo el viento aúlla a mi alrededor, y no me gusta nada.

Decido subir al segundo piso para ver de dónde venía el ruido. Arriba hay 4 puertas. 3 dormitorios y un baño, deduzco. Las paredes, otrora color blanco, ahora son amarillentas y se encuentras descolchadas, más aún que en el primer piso. Abro la primera puerta, que parece ser el dormitorio principal. Dirijo la luz de linterna por toda la estancia. En lo primero que me fijo es en la ventana abierta. Lo sabía, el viento ha abierto la contraventana y la ha cerrado con un golpe, se sigue balanceando. Entonces enfoco el suelo y lo veo. En los tablones se encuentra dibujado un pentagrama satánico, de un color rojo oscuro. ¿Sangre? Y alrededor hay unas cuantas velas apagadas hace mucho tiempo. "Algún grupo obsesionado con Satán, seguro que han sacrificado algún gato o cualquier otro animalito y han pintado con su sangre esa gilipollez en el suelo", me digo para intentar tranquilizarme, pero en vez de ello me pongo más nervioso. Cuando voy a dar la vuelta, me doy cuenta de lo que he iluminado mientras giraba la linterna. Hay algo escrito en la pared con un color muy parecido a lo del suelo. "El mal vive aquí", pone.

Ya he tenido suficiente, salgo de ahí y bajo las escaleras a todo correr, voy al salón para recoger las cosas y largarme, no aguanto más. Cuando llego al salón, la linterna empieza a fallar. La luz se está apagando y no veo nada. ¡Mierda! Por suerte llevo unas pilas de repuesto en el bolsillo, me intento iluminar como puedo con el móvil mientras las cambio. Lo consigo por fin.

Enfoco hacia adelante, y me encuentro con la chimenea. Sobre la repisa se encuentra una lechuza, y al recibir la luz emprende el vuelo, asustada. Pero yo me asusto más y salgo corriendo de allí, me largo de ahí. Atravieso la puerta que da al salón pero algo me engancha. Aterrorizado, me doy la vuelta para liberarme y tropiezo con mis pies. Mientras me caigo, ilumino aquello que me agarraba, pero sólo era un maldito clavo que sobresalía de la pared y se me había enganchado en la chaqueta.

Cuando estoy apunto de llegar al suelo, algo me golpea fuertemente la cabeza. El golpe es tan fuerte que mi respiración se corta. El dolor es tan punzante que durante unos segundos sólo veo chispas delante de mis ojos. Cuando me doy cuenta estoy sentado en el suelo, con la espalda apoyada sobre aquella cómoda. Dirijo una mano hacia la cabeza y me la toco. La siento húmeda. Mira la mano y la encuentro roja, llena de sangre. Me estoy empezando a marear, y los párpados me pesan cada vez más. Pero sé que, si cierro los ojos, ya no los volveré a abrir nunca más. Pero no me puedo levantar, sólo puedo mover las manos, y sin darme cuenta dirijo la linterna hacia el retrato.

El chulo me mira, sus ojos ahora se dirigen hacia abajo, directamente hacia mi. Y su mueca se ha ensanchado hasta convertirse en una sonrisa. Puedo verle los dientes, unos dientes torcidos, grotescos. En lo más profundo de mi cabeza escucho una carcajada mientras la oscuridad me embarga por completo.

viernes, 23 de septiembre de 2011

44º sueño: 23 de septiembre de 2011

Me encontraba en una clase, tenía unos años menos y estaba un profesor explicando en la pizarra. Al día siguiente, antes de las clases, voy a hablar con el profesor y me dice que alguien quería verle ayer en su despacho, golpeaba la puerta muy despacio y decía "dim, dim, dim", pero no le contestó y se fue, me dice que pensaba que era un alumno que desapareció unos meses atrás. Luego voy a hablar con mi primo y mi hermano y de repente unas personas empiezan a perseguirnos y nos tenemos que refugiar en un árbol gigantesco que hay en medio del patio del colegio, el día está muy nublado y oscuro, y los que nos persiguen tienen los ojos muy azules. Después me veo en un coche por la noche y algunos de esos seres están subidos encima del coche, uno está en el techo y decido estrellar de lado el coche contra la pared de un edificio para que salga volando. Una vez me he deshecho de ellos voy hacia mi casa, y paso al lado de un chico, le digo que por qué ha despertado a los caminantes, que él tiene la culpa de todo, pero él sólo me mira. Cuando llego a mi casa, pienso que mis padres probablemente hayan muerto y no quiero entrar.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Ojos.

Son las 8:10 de la mañana. Hace unos minutos que me he levantado de la cama y me acabo de dar una ducha fría, como llevo haciendo todas las mañanas desde hace meses. Para despejarme y no pensar. Es lo mejor del día, para engrasar los engranajes de mi cuerpo y de mi mente.

Salgo de la ducha y me lío la toalla alrededor de la cintura. Me acerco al lavabo para afeitarme, como cada mañana, cuando veo algo por el rabillo del ojo. "Buenos días", la saludo, pero no me devuelve el saludo, por supuesto que no.

Es una niña pequeña, de no más de 5 años, con el pelo que le llega hasta los hombros, liso, de color castaño con reflejos rubios. Lleva ropa escolar, con su faldita a cuadros, su chaqueta con el escudo de su colegio privado, y con calcetas de color granate. Su tez es pálida, no sonríe, su boca sólo es una fina linea, demasiado tensa para una niña de su edad, y sus ojos... sus ojos son dos grandes esferas casi exclusivamente negras, excepto una fina línea blanca que las delimita. Y sólo me mira, me mira y no aparta la mirada.

El primer día que se me apareció me dio un susto de muerte. Fue en el mismo espejo en el que ahora mismo me reflejo mientras me afeito tranquilamente. La primera vez me giré presa del pánico y no observé a nadie. Creía que todo era fruto de mi imaginación hasta que unos días más tarde volvió a pasar. Desde entonces, después de todo este tiempo, cada vez se ha aparecido de forma más regular y con tanta frecuencia que ya estoy acostumbrado, no me asusto y la tolero como si fuera algo normal. Aquí me estoy afeitando tranquilamente mientras no para de observarme, ese es su único cometido.

Y lo entiendo perfectamente, entiendo por qué me mira de esa forma. Y no la culpo, realmente la única culpa es mía. Hace ya seis meses que pasó, 180 días que no paro de pensar en lo mismo.

Me dirijo a desayunar. Esta mañana me conformo con un vaso de zumo de naranja y un par de tostadas, tengo una reunión importante. Cojo el coche y me dirijo hacia la autopista, pero a los pocos kilómetros ya empiezan los atascos; no importa, llego con tiempo de sobra al trabajo, no hay prisa. Miro por el retrovisor y veo a la pequeña sentada en el asiento de atrás.

Se llamaba Ann, si no recuerdo mal. Leí su nombre en el periódico al día siguiente. Aquella tarde volvía de casa de Frank de tomarme unas copas y no iba en condiciones realmente para coger el coche. Su casa se encontraba en un residencial, en lo alto de una montaña, rodeada de bosque, un lugar realmente hermoso donde vivir. Recuerdo que iba descendiendo por la montaña por el camino que llevaba a la autopista, para regresar a mi casa, un camino sinuoso y serpenteante en el cual no iba tomando todas las precauciones que debía. Y al trazar una curva me la encontré de frente. A esa pequeña niña, que estaba corriendo, y a la cual me llevé por delante. Sentí cómo el coche le pasaba por encima y frené. Oí un grito, un grito de dolor, un grito de madre. Miré por el retrovisor pero decidí seguir. Huí. Escapé. Fui un cobarde, iba borracho y no pensé con claridad.

Al día siguiente lo leí en los periódicos. La niña había muerto. El coche en el que iba a su casa desde el colegio había sufrido un pinchazo y su madre se había bajado para intentar arreglarlo, mientras ella jugaba con una pelota en la orilla de la carretera. También había sido una imprudencia por parte de la madre dejar que la niña se bajara del coche pero era un intento vano de intentar perdonarme. Lo cierto es que la atropelló, la niña murió en el acto. Aparecía una foto de la pequeña; es la misma niña que veo todos los días reflejada en cualquier espejo, cualquier cristal, cualquier ventana.

La madre no pudo fijarse en la matrícula ni en la marca del coche, y yo lo arreglé ese mismo día evitando cualquier sospecha, pero aunque nadie me culpara no me podía salvar de mi mismo, y de ella. Desde que se me apareció me acusa con sus ojos, con su mirada, con su triste mirada.

La reunión ha terminado y Frank me saludo. Quiere invitarme a unas copas en su casa. Me quedo quieto en el lugar, pálido, y él me pregunta si hay algún problema. Le digo que no hay ninguno, por lo que nos dirigimos a su casa. Después de un par de horas charlando y riendo, decido que ya es hora de volver a casa. Me despido de él y le digo que mañana nos veremos de nuevo en el trabajo.

Como en aquella ocasión, vuelvo a coger el coche algo ebrio. No aprendo. Me encuentro descendiendo por el camino cuando miro por el retrovisor. La niña no se encuentra en el asiento de atrás, como siempre, y eso me extraña. De pronto siento una presencia a mi lado. Giro la cabeza y veo a la niña sentada en el asiento del copiloto. Por primera vez, no se encuentra mirándome, sino que mira al frente.

De repente, gira la cabeza y me mira. Sin cambiar el gesto, se levanta sobre el asiento y agarra el volante. Empieza a hacerlo girar sin que yo pueda hacer nada para remediarlo, aunque parezca imposible, es más fuerte que yo. Dirige el coche fuera de la carretera, atravesando el quitamiedos. Después de eso no hay nada más, no hay tierra, sólo caída, una caída que lleva directamente al mar.

Mientras el sol se esconde entre las olas del mar, yo caigo al agua, y le acompaño en su travesía. Mientras pierdo el conocimiento giro la cabeza y la niña está sentada junto a mi. Me mira de nuevo, pero esta vez no hay tristeza en su cara. Hay dibujada una enorme sonrisa. Después de eso, todo se vuelve oscuridad.

43º sueño: 14 de septiembre de 2011

Hoy he tenido dos sueños:

1º Angie me mandaba un SMS diciendo que ya estaba en Águilas y que tenía ganas de verme. Me voy con unos amigos en un coche por el camino que va de Mazarrón a Águilas pero ahora es aún peor, es de tierra y parece que estuviéramos rodeados como por canteras, parecía más una mina de esas que salen en las películas. A mitad de camino el coche nos deja tirados y tengo que volver andando hasta el pueblo a por mi coche, que resulta que tengo un BMW de color rojo. Llego con él hasta Águilas y allí me veo con Angie y unos amigos suyos en una barbacoa y la liamos parda.

2º Me encontraba persiguiendo a una especie de asesino encima de un tren, él me disparaba y yo intentaba esquivar las balas, y en un momento dado salta del tren y se acaba estrellando de frente contra un camión, que acaba volcando, pero logra sobrevivir. A los pocos días me encuentro con mi familia en un almacén abandonado, no sé por qué, pero mi madre falta, me llama el asesino diciendo que tiene a mi madre, y salgo del almacén, veo a mi madre que tiene los pies atrapados en una especie de trampa y me dice el asesino que si no hago lo que él quiere le cortará las piernas a mi madre. Encuentro cerca de allí un atizador para chimeneas y le golpeo en la cabeza hasta matarlo, luego utilizo el atizador para sacar a mi madre de donde se encuentra, salvándole las piernas.

lunes, 8 de agosto de 2011

42º sueño: 8 de agosto de 2011

Me encontraba dando clases de saxo tenor con María del Mar en la escuela de música durante un buen rato, aprendiendo todo lo que tenía que aprender sobre el saxo, y me llevó un buen rato. Cuando terminamos me despido de ella y decido esperar en la parada del autobús que hay enfrente de mi casa hasta que éste llegara, pero tardó más de dos horas en llegar. Cuando por fin llegó ya era de noche y había mucha gente esperando a mi alrededor, lo cogí y nos dirigimos hacia la otra parte del pueblo y allí me bajé, entonces me di cuenta de que hubiera llegado más rápido allí si hubiera ido andando. Cuando me bajo casi se me olvida recoger el estuche con el saxo pero lo recojo cuando ya se están yendo, entonces el autobús se vuelve invisible. Llego a un edificio por el que subo y allí me está esperando Cristina y tomamos algo y hablamos, miro hacia un lado y cuando giro de nuevo la cabeza me encuentro a Cristina delante de mi, vestida sólo con unos leotardos de colores y por lo demás desnuda, y sin decir nada se mete en otra habitación. Yo la sigo y me encuentro en una habitación llena de plantas, y ella está en el diván. Me coloco encima de ella y me dice que qué quiero hacerle, yo le digo que ya lo sabe y me sonríe, y me dice que no es la primera vez. Después de un rato haciéndolo ella decide levantarse, porque dice que ha llegado alguien, y sale de la habitación. Desde donde me encuentro la oigo a ella hablar con otra persona y están hablando sobre una película, la otra chica dice que si ha visto ya la película "Lógica" y ella le responde que no. Cuando dicen el nombre de la película, me encuentro a mi mismo en una típica cocina americana, de noche y con las luces bajadas, sólo iluminada por la luz que se cuela entre las persianas. Junto a mi hay una mujer, pero desmayada en el suelo, y sobre el fregadero hay un ser parecido a un demonio. Se baja de un salto al suelo y va hacia la mujer, yo me lanzo hacia allí y le doy una patada al bicho, lanzándolo contra la pared, cojo a la mujer e intento salir de allí. Cuando estoy apunto de salir por la puerta, el demonio me "golpea" con un cuchillo en la espalda y me la deja llena de sangre, yo grito y dejo caer a la mujer, entonces cojo un hacha de carnicero que hay en la pared y se la clavo a ese demonio en la cabeza, matándolo. Cuando voy a coger a la mujer veo que se le está llenando el cuerpo de polillas blancas y brillantes, y yo intento quitárselas pero cada vez hay más y más.

sábado, 6 de agosto de 2011

41º sueño: 6 de agosto de 2011

He tenido tres sueños:

1º Me encontraba hablando por el MSN con Bibiana cuando ella empezó a pasarme una fotos, que resultaban ser fotos suyas cuando se encontraba desnuda y mientras se masturbaba.

2º  Estaba en algún sitio por Galicia con mi primo, llegamos a un pueblo que se encontraba a orillas del mar, con una plaza Mayor bastante grande y bonita. En el pueblo iban a hacer una competición en bicicleta (había venido un equipo de televisión a grabarlo) que consistía en dar varias vueltas por un recorrido alrededor del pueblo sorteando al tráfico y a la gente que había por la calle. Mi primo y yo decidimos participar en la carrera y cuando comienza nos ponemos en primer lugar. Llegamos a una calle que era cuesta abajo, y la calle era muy empinada y además era de adoquines, y daba directamente al muelle. No pudimos girar para seguir el recorrido y nos dirigimos directamente hacía allí, pasando el muelle y cuando creíamos que íbamos a caer en el agua empezamos a volar. No podíamos dejar de pedalear porque entonces caeríamos en el mar, donde nos estaba esperando un tiburón gigante. Nos adentramos cada vez más hacia el océano y después de varias horas vemos tres rocas gigantes en medio del mar, que están siendo escaladas por varias personas. Mi primo y yo decidimos aterrizar en la roca más grande pero nos pasamos de frenada y acabamos directamente en el agua. Las personas que habían en esas rocas fueron a ayudarnos en su lancha, y le decíamos que se dieran prisa antes de que llegara el tiburón.

3º Me encontraba con unos cuantos compañeros de universidad (entres ellos Manolo y Sergio) en medio de una montaña y rodeados de bosque. Nos encontrábamos en una cabaña cerca de la cima y cuando salimos a dar un paseo nos encontramos con un grupo de unos 50 heavys que también se dirigían a la cabaña. Al final del grupo veo algo rara, se trataba de un oso negro que estaba bajando por la ladera. Me acerco a ver por dónde había pasado y veo en el suelo acurrucado un osezno. Llamo a los otros para que se acerquen a ver lo que he descubierto pero no me hacen caso. Algunos de los heavys se me acercan y los dejo a su cuidado mientras voy a hablar con ellos, pero siguen sin querer saber nada del tema, así que me dirijo hacia donde estaba el osezno y veo que ya no están, y las otras personas tampoco. Le pregunto a otros chicos que estaba por ahí que dónde se han marchado y me dicen que al final un grupo de chicas han cogido al osezno y se han ido montaña abajo. Me dirijo hacia allí y las veo dejando el osezno en el suelo junto con un cuenco con agua, y entonces miro hacia y veo que encima de unas rocas se encuentra el oso que había visto antes, que resulta ser la madre. Las chicas y yo nos marchamos para que pueda ir junto a su hijo, pero cuando vamos subiendo por el camino que nos lleva de nuevo a la cabaña oímos un ruido y vemos que la madre oso empieza a perseguirnos furiosa. Empezamos a correr pero el camino es muy empinado y nos empezamos a cansar, y la osa cada vez está más cerca. Pero cuando la teníamos casi encima, decide pararse y dar media vuelta para así volver junto a su cachorro.

miércoles, 20 de julio de 2011

40º sueño: 20 de julio de 2011

Me encontraba en un trailer con otras personas en medio de un bosque nevado e íbamos a entrar en un túnel. Cuando entramos hubo una explosión y morimos, pero en realidad se trataba de una premonición que tuve y conseguí que paráramos antes de entrar. De dentro del túnel salió un yeti que se fue a la ladera de la montaña, provocando una explosión y de paso una avalancha.

jueves, 14 de julio de 2011

39º sueño: 14 de julio de 2011

Me encontraba de crucero, viendo en la televisión de mi camarote un anime cuando uno de los personajes se convierte en una chica de carne y hueso, desnuda, apareciendo sobre el lavabo del baño, yo me acerco a ella y empiezo a besarla al mismo tiempo que la masturbo. Al rato, se oye un ruido en mi puerta y me encierro en el baño con la chica, y entra una mujer vestida de negro con una pistola en la mano, esperamos a que mire el camarote y a que se vaya, salimos de allí y dejo a la chica mientras yo me marcho a buscar a mis amigos. El crucero se encuentra atracado al puerto y bajo, y me encuentro en tierra al lado del crucero a Grau, Jota y Dani, que se estaban tirando desde el borde del muelle al mar para refrescarse un poco, junto a otras personas que también hacían lo mismo.

jueves, 7 de julio de 2011

38º sueño: 7 de julio de 2011

Estaba en la playa con una tabla de surf y ya me iba al coche para recogerla cuando pasa sobre mi un helicóptero y empieza a dispararme. Decido cubrirme con la tabla para que no me de ninguna bala y me salvo de milagro. Me vuelvo a meter en el agua con la tabla para ver lo que pasa y sobre mi cabeza pasa un avión de pasajeros volando bastante bajo. En una visión como de película veo que en la cabina han matado a los pilotos y unas personas se han hecho con el control del avión y quieren estrellarlo en algún lugar que no sé cuál, y además llevan bombas adosadas a la parte de abajo del avión. Cuando estoy en el agua me pongo de pie sobre la tabla y pego un salto impresionante hasta llegar a las ruedas del avión (que las tenía desplegadas), me cuelo por la ranura de una de las ruedas y llego hasta la parte delantera del avión. Cuando intento entrar en la cabina la cola del avión explota y la gente empieza a gritar aterrorizada, y el fuego se aproxima cada vez más hacia donde yo me encuentro. En medio del fuego puedo ver a Fátima cantando.