Bienvenidos

Bienvenid@s a mi blog. Ha sido creado por el mero hecho de querer contar sobre mis sueños, es una especie de diario de aquello que he podido recordar después de despertarme. Además, también compartiré otras experiencias, como reflexiones, historias de mi puño y letra, y otras cosas que ya iré pensando conforme avance este blog.
Aquí comparto mis sueños, algo que es íntimo para muchos, pero que yo he decidido hacerlo público para que me comprendáis y también os comprendáis a vosotros mismos. Quizás, alguno de los que lea el blog se verá nombrado en él, espero que nadie se sienta ofendido porque sólo se trata de eso, de sueños.
Espero que disfrutéis leyendo mi blog tanto como disfruto yo escribiéndolo. Un saludo.

lunes, 27 de febrero de 2012

El bosque

Era una noche bastante clara, la luna llena iluminaba con sus rayos plateados la polvorienta superficie de la carretera. Brillaba con gozo, casi con orgullo, y no le importaba que unas cuantas nubes se cruzaran en su camino, su luz llegaba a todos los rincones. Allá abajo, un río de alquitrán serpenteaba entre pinos, a lo largo de una pequeña colina.
La música retumbaba muy alta en el estéreo del coche. Meneaba la cabeza al ritmo de la música mientras la mano de él iba a la deriva por mi muslo y mi cadera. Estaba disfrutando. La quietud de la noche era un amplio contraste con la música del coche. Bajé la ventanilla y saqué mi cabeza por la ventana. Escuché su risa amortiguada. Esa noche, iba a ser una gran noche.
Encendí un cigarro, dejé que el cálido humo impregnara mis pulmones. No podía dejar de sonreír cada vez que lo miraba. Con ese pelo cobrizo, indomable, esa barba de dos días y esos ojos grises, le plasmaban una belleza extraña. No era una persona dada a mostrar sus sentimientos a nadie, pero su mirada era sensible, y sabías en cualquier momento que podías estar a salvo con él. Siempre me siento a salvo cuando estoy a su lado.
Cerré la ventanilla cuando el aire frío de la noche comenzó a congelarme. Seguí fumando. Me acerqué a él y le di un minúsculo beso entre la comisura y la mejilla, observé su extraña sonrisa. Metí la mano bajo su camiseta, buscando el botón de su pantalón. Me apetecía jugar un rato, porque... ¿Qué podía pasar que no fuese bueno? Levanté su camiseta, tracé unos círculos sobre su vientre.
-¿Por qué no paramos en algún claro? Tampoco tenemos tanta prisa... -le digo con voz sensual y con un deje de reproche. 
-Lo sé, pero no es buena idea detenerse en este lugar en medio de ninguna parte, mi abuela me decía que estaba maldito. 
-Bah, sabes de sobra que las abuelas siempre tienen alguna superstición sobre todo -le digo mientras le bajo la bragueta. Meto la mano en sus calzoncillos y agarro su miembro entre mis manos. Lo noto erecto, aunque él sigue negándose entre susurros. Él también quiere jugar.
Acerco mi boca hacia su erección y le hago un pequeño circulito con la boca justo en la puntita. Aparca el coche en un lado de la carretera y cuando lo hace dejo que imponerme control, meto su erección en mi boca. Cuando me canso de hacer eso y demasiado mojada, me subo sobre él. Me quito la camiseta y desabrocho mi sujetador. Hora de jugar.
Con una de sus manos me agarra mi pequeño pecho mientras con el otro tienta los botones de mis vaqueros. Su boca me besa el mentón, y va bajando poco a poco por el cuello. Yo jadeo, extasiada, mientras elevo la cabeza y ahogo un gritito. No hay nada mejor en el mundo como sentir cómo se fusionan nuestros cuerpos en un abrazo, mientras acaricia mi piel suavemente. Sus dedos se deslizan por mi vientre. Mi mano le agarra su miembro mientras lo acaricio con movimientos rítmicos. De un rápido movimiento me traslado al asiento trasero, esperando a que me acompañe.
Se acomoda sobre mí en el asiento trasero y cuando creo que vamos a continuar los juegos, escucho un gran alarido que viene de fuera del coche.
-¿Lo has oído?-Susurro ocultando el pánico que siento. Me mira a los ojos pero sé que está más pendiente de lo que ha ocurrido fuera que de lo que estábamos a punto de hacer. Toda mi excitación se ha esfumado.
-Lo he oído.
Un silencio abrumador nos invade. Nuestro abrazo se ha vuelto tenso, y aguzo el oído para escuchar todo lo que pueda proceder de fuera. Pasa un minuto, puede que dos, no sabría decirlo. Cuando está a punto de susurrarme unas palabras, en el exterior se oye un deslizar de hojas, unas ramitas rotas, unas pisadas.
-Será mejor que nos vayamos de aquí -me dice finalmente, no puedo hacer más que asentir mientras las palabras se atraviesan en mi garganta.
Intenta arrancar el coche, se pelea con las llaves mientras yo intento vestirme. El coche no arranca. Golpea el volante con violencia y me mira.
-¿Qué pasa cielo?-Susurro con la voz estrangulada.
-Nos hemos quedado sin batería en el coche.-Niego con la cabeza e intento arrancar yo misma el coche. Nada, no hay ningún efecto, ni si quiera hace ademán de que va a arrancar.
-Voy a salir. -¿Qué? -mi voz me sale chillona, tal es el pánico que siento. -Empujaré el coche, una vez que tome algo de velocidad podremos arrancarlo, ponte al volante y dale al acelerador cuando yo te diga.
Sin esperar mi protesta sale rápidamente del coche, dejándome sola. Con un rápido movimiento, me coloco en el asiento del conductor.
-¡Quita el freno de mano! -me grita desde atrás. Hago lo que me pide mientras el coche empieza a moverse ligeramente.
El coche termina por arrancar, pero algo empuja al coche a estrellarse contra uno de los árboles que bordean la carretera. El golpe del airbag me azota con fuerza en la nariz y en la frente. Intento abrir la puerta y cuando me bajo del coche grito llevándome una mano a la nariz. 
-¿Estás bien?-Gimo negando con la cabeza. Estoy mareada. La cabeza me va a reventar. Ando alejándome del coche.
-Volvamos al coche -susurro mientras giro la cabeza. Pero allí no hay nadie. Ahí donde debería estar él, no hay nada. Un escalofrío recorre mi espalda. Seguro que está dentro del coche esperándome, pienso, pero algo dentro de mi me dice que allí no lo voy a encontrar. Intento dar un paso hacia el vehículo pero no puedo, en lugar de ello retrocedo, despacio al principio, más rápido con cada paso.
-¿Hola?-Grito. Camino con rapidez y un impulso idiota me hace adentrarme por la colina, por los árboles, buscándole. Llevo una mano en la nariz y con la otra intento agarrarme a los árboles para no caerme.-¡Si es una broma te prometo que te la devolveré dos veces peor tonto!-Grito en la quietud del bosque. No hay respuesta. Escucho unos leves pasos cerca de mí, algo está rompiendo ramas.
Me detengo en seco. Giro la cabeza en dirección de donde proviene el ruido. En ese momento una nube pasa por delante de la luna, inundando el mundo de tinieblas. Sólo alcanzo a distinguir una sombra frente a mi, pero sé que no es él. Es mucho más alto, sus brazos son largos, y jadea emitiendo un sonido gutural, casi animal, mientras el vapor exhalado de sus pulmones recorren su rostro. No puedo verle los ojos, pero siento su mirada clavada en mi. Una mirada de odio, una mirada de muerte.
Salta sobre mí. Escucho un chasquido que proviene de mi brazo. Grito jadeando, me he roto el brazo al caer. Debe de dar vueltas a mi alrededor, porque su respiración proviene de todas las direcciones, pero el dolor me nubla la mente, sé que si me pongo en pie me hará más daño. Y si me quedo en el suelo me lo va a hacer igual. Me pongo en pie agarrandome el brazo y salgo corriendo por la colina.
Trastabillando, consigo avanzar unos pasos. Los árboles escasean cada vez más, hasta que terminan súbitamente, y con ellos, el suelo bajo mis pies. Un abismo se abría ante mi, la oscuridad lo engullía todo. Me di la vuelta, sin saber a dónde ir, pero esa cosa estaba ahí. Las nubes dejaron paso a la luna, y pude observar su rostro.
Un gemido se me escapa. No sé si correr a lo largo del acantilado o ir directa hacia esa bestia. Pero me quedo paralizada cuando se acerca a mí. Es muy grande, todo su cuerpo está lleno de pelo y mugre. Va desnudo. Entonces comprendo que mi final está ahí, y que por mucho que intente huir, ahí se ha acabado mi gran camino. Con la resignación de una hormiga, me doy la vuelta y salto por el acantilado.

Quería agradecer especialmente a Quel por colaborar en este relato, ¡muchas gracias por todo, te debo una muy grande!

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