Bienvenidos

Bienvenid@s a mi blog. Ha sido creado por el mero hecho de querer contar sobre mis sueños, es una especie de diario de aquello que he podido recordar después de despertarme. Además, también compartiré otras experiencias, como reflexiones, historias de mi puño y letra, y otras cosas que ya iré pensando conforme avance este blog.
Aquí comparto mis sueños, algo que es íntimo para muchos, pero que yo he decidido hacerlo público para que me comprendáis y también os comprendáis a vosotros mismos. Quizás, alguno de los que lea el blog se verá nombrado en él, espero que nadie se sienta ofendido porque sólo se trata de eso, de sueños.
Espero que disfrutéis leyendo mi blog tanto como disfruto yo escribiéndolo. Un saludo.

jueves, 2 de junio de 2011

Oscuridad

En medio de la oscuridad y del vacío, escucho un ruido que se me antoja muy lejano. Es un sonido agudo. Es mi móvil. Abro los ojos, aunque los párpados me pesan una tonelada. Poco a poco distingo el tenue resplandor de la luz del día a través de la persiana de una ventana que hay ante mis ojos. Me encuentro tumbado de costado en el borde de una cama, las sábanas están arremolinadas y apenas tapan mi cuerpo desnudo. Veo un brillo que va desapareciendo de forma progresiva encima del comodín que hay junto a mi cabeza. Cojo el móvil y miro el SMS que me acaban de mandar. “Gana 1.000€ contestando este SMS”. Publicidad o estafa telefónica, me importa bien poco. Elimino el mensaje y miro la hora. Las 12:30 del mediodía. La luz del móvil me molesta realmente los ojos.

Dejo el móvil sobre el comodín de nuevo y me estiro para intentar despejarme un poco. La cabeza parece que me va a estallar, anoche pillé una buena cogorza. Noto un ligero movimiento a mi lado. Miro y me encuentro con una mujer. El pelo castaño le tapa la cara. Se lo aparto para mirarle la cara. No es una chica muy guapa que se pueda decir, tiene los rasgos bastante marcados y la nariz aguileña. Además, está algo rellenita. Seguramente la conocí anoche cuando fui a tomar una copa al bar del final de la calle. Miro a mi alrededor, intentando observar la habitación en la que me encuentro, con la poca luz que se filtra a través de los orificios de la persiana. No es una habitación muy ostentosa, realmente es bastante sobria, con muebles clásicos de madera bien barnizados, color caoba. Decido levantarme. Sin hacer mucho ruido, me pongo los calzoncillos, los pantalones (hurgo en los bolsillos y allí se encuentra mi cartera, mis llaves y el paquete de tabaco), la camiseta y por último las zapatillas; después cojo el móvil y me lo meto en el bolsillo. La chica no se ha dado cuenta y sólo se ha movido un poco. Mejor, prefiero no hablar con ella.
Salgo de la habitación y recorro el pasillo hasta llegar al comedor. Aquí las persianas están subidas y las ventanas abiertas, entrando todo el ruido de la calle. La cabeza me va a estallar. Con los ojos entornados llego tambaleándome hasta la ventana, la cierro y echo las cortinas. Es un verdadero alivio, aunque pasajero. Cojo un cigarro y lo enciendo, doy unas cuantas caladas para relajarme. Me acerco al mueble-bar y saco una botella de J&B y echo dos dedos en un vaso que encuentro por ahí. Me lo bebo de un tirón. No hay nada mejor para quitar la resaca.

Noto movimiento por el rabillo del ojo y me vuelvo esperando encontrar a la chica. En la puerta no hay nadie. Me asomo para ver si está en el pasillo. También está vacío. Consternado y algo confuso, decido apagar el cigarrillo y salir a la calle.

Cuando salgo del edificio y me encuentro sobre la acera, me doy cuenta que esta zona de la ciudad apenas la conozco. Habré pasado apenas un par de veces desde que llegué. Le pregunto a un hombre que pasaba cómo llegar al centro. Sigo sus indicaciones. Paso al lado de una cafetería y me doy cuenta de que estoy muerto de hambre. Entro y me pido un sándwich mixto y una cerveza. Me lo zampo en un momento y me bebo la caña en apenas dos tragos. Pago al camarero y me doy cuenta de que apenas me queda dinero en la cartera. Anoche me gasté más de lo debido.

Decido atajar por el parque que hay al lado de la cafetería para llegar más rápido al centro. Paso por un puente que hay encima de un pequeño estanque y decido pararme a mirar un momento a los patos que nadan sobre la superficie del agua y a los peces que se encuentran debajo. Mientras observo el agua veo una sombra que se para a mi lado. Giro la cabeza y allí no hay nadie. Incrédulo, sacudo la cabeza para intentar aclararla. Esta resaca me está afectando demasiado, empiezo a ver cosas.

Atravieso el parque a paso rápido ya que me estoy sobrecogiendo un poco. Llego al centro y encuentro mi edificio. Entro por el portal. Dentro del edificio me siento observado, y no me puedo quitar esa sensación, puede que sea un vecino o que sean imaginaciones mías, no puedo distinguirlo. Subo por las escaleras de dos en dos. No me siento tranquilo hasta que atravieso la puerta de mi casa y la cierro. Ya en el interior me dirijo hacia el cuarto de baño. Miro mi reflejo en el cristal: ojos castaños, pelo oscuro a media melena, algo revuelto, y barba de dos días. Me lavo la cara para intentar aclararme las ideas. Cuando levanto la vista y me miro de nuevo en el espejo veo de nuevo la sombra reflejada en el cristal. Se encuentra detrás de mí. Giro rápidamente la cabeza y allí no hay nadie. Joder, me estoy volviendo loco. Cada minuto que pasa me asusto más y más. Decido ir hacia mi habitación y coger mi revólver. Sólo por precaución.

“Rain”. Es un leve susurro, pero puedo escucharlo con total claridad. La escucho resonar en lo más dentro de mi cabeza, y me hace estremecerme hasta los huesos. Me han llamado por mi mote, aquél que sólo conocen unas cuantas personas, y ninguna de las nuevas amistades que he hecho en esta nueva ciudad han oído jamás esa palabra salir siquiera de mis labios. Nervioso, miro a mi alrededor y no hay absolutamente nadie. Decido cerrar la puerta de mi habitación y apagar la luz. “Rain”. Lo escucho una vez más. “¿Quién es?” Le grito yo a su vez. Quiero que me deje en paz. “¿Por qué?” Me pregunta esa voz. Yo no entiendo lo que me quiere decir. Observo alrededor de la habitación, la mirada se dirige a cada rincón, noto que un sudor frío me recorre la espalda, y el vello de mi cuerpo se encuentra de punta. “¿Por qué lo hiciste?” Me pregunta una vez más.

Y entonces, se abre la puerta. Aparece una mujer alta y esbelta, con el pelo rubio y los ojos verdes. Es hermosa, pero su piel está demasiado pálida, de un color azulado, los labios están morados. Viste unos vaqueros y una camiseta de tirantes, va descalza. Tanto la ropa como el cabello están empapados, y están dejando una gran mancha de agua sobre el suelo.

Yo no puedo dar crédito a mis ojos. Es ella. “No puede ser que estés aquí –le grito-. Estás muerta. ¡Yo te maté!” Da unos cuantos pasos y se acerca al rincón en el que me encuentro. Nervioso, la apunto y le digo que no se acerque o disparo. “Sí, estoy muerta. Pero no es impedimento que esté aquí delante. Vengo a por ti.” Estoy angustiado. No puedo más. Le grito que me deje en paz y le disparo, pero las balas no le hacen nada. Solamente atraviesan su cuerpo y se estrellan contra la pared. Me quedo sin balas, pero no es problema. De mi bolsillo saco algunas balas más y, torpemente, las pongo en la recámara. Cuando levanto la vista, ella ya no está delante de mí. Noto un aliento helado en mi mejilla que me pone la piel de gallina y una voz que me susurra al oído: “Sólo hay una forma que desaparezca, y tú ya sabes cuál es”. Con las lágrimas recorriéndome las mejillas, levanto el arma y me apunto a la sien. Aprieto el gatillo.

Oscuridad…

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